“Estoy en paro”, “No me gusta mi trabajo”, “Cobro menos de lo que merezco”, quién no se ha sentido en alguna ocasión así. Todos hemos atravesado días, meses y años donde la esperanza andaba perdida. La motivación no es algo que nazca en los árboles, no es un estado en el que un buen día nos levantemos por arte de magia. Hay que moldearla y si no se siente generarla. ¿Cómo? Igual que aprendimos a escribir o a leer.
Puede que no partamos de la mejor de las bases: deprimidos, enfadados, angustiados o con la apatía como compañera de viaje, nos resulte difícil e incluso estúpido pensar en la motivación. Pensemos en un coche, necesita combustible para ponerse en marcha, al igual que un ser humano que lo dirija correctamente.
Nosotros somos ese vehículo y para que avance unos metros cada día, debemos generar motivación. Tal vez las condiciones no sean las ideales, pero se trata de eso, de partir de un estado crítico para llegar a encontrarnos al cien por cien una mañana y mantenernos. Sin motivación no avanzamos ni en el contexto más idílico.
Las tres primeras afirmaciones, por orden inverso, sería la corta historia laboral historia de un parado. Buen artículo. Joana.
Es cierto Enrique, pero la motivación no entiende de situaciones más o menos difíciles, para superarlas o sobrellevarlas es nuestra obligación entrenar la motivación todos los días.